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Estamos hechas para sentir

En este artículo, te invito a que hagamos un breve recorrido histórico para mirar el proceso del desarrollo de la sexualidad femenina en la humanidad y comprender la evolución de nuestro rol a lo largo de la historia.


Antes de la llegada del Cristianismo, en las culturas más antiguas se nombraban a Diosas.

Estas mujeres hechas deidades representaban la sexualidad, la feminidad, la fertilidad y eran mujeres empoderadas que destacaban por su fuerza sexual y poder sensual. Ejemplos de ello serían Shiva, Afrodita y en México Tlazolteotl. Por el contrario, los Dioses que hoy en día se conocen y se veneran, tienen una imagen más idílicamente asexual.

Actualmente, en nuestra sociedad aún se tiene la creencia de que las mujeres somos menos sexuales, sensuales, más pasivas y con menos deseo. Nos plantean al hombre con mayor instinto sexual. Así es que me pregunto, ¿En qué momento cambió la percepción de nuestra sexualidad como género?

UNA MIRADA HACIA EL PASADO

Volviendo hacia atrás, yendo a la historia de la humanidad, cuando los Neandertales se establecieron en poblados, dejando de ser nómadas para convertirse en sedentarios, muchas cosas cambiaron: la distribución de territorios, la acumulación de riquezas, herramientas, cultivos, pieles, etc. Esto convierte en un factor de importancia vital el cuidar y mantener estos bienes acumulados así como poderlas legar/heredar a los descendientes de la familia. El rol femenino fue muy importante para lograrlo, pues en este sistema eran quienes, encomendadas a su hogar, cuidaban las propiedades y los hijos mientras los hombres salían a cazar. E incluso se convierten en un sentido más instintivo en el territorio de sus machos, para garantizar que los hijos que se procrearan serían de sangre de su padre.


Las familias se tornan más adelante en un sistema de confianza y perpetuidad, no sólo de la buena genética, sino de dichos bienes. Por otro lado, la virginidad toma un papel muy importante posteriormente, como un sello de calidad y garantía de perpetuidad de este paquete genético-territorial. Se crea más adelante la institución del matrimonio, que además de continuar con el objetivo mencionado anteriormente, genera un estatus en la sociedad. Y si la mujer cometía adulterio podía incluso ser condenada a la muerte. Era tan fuerte el estigma social, que las mujeres eran educadas toda su vida para conseguir un buen marido y formar una familia, y aquellas que pasaban de los 20 años sin haberse casado podían considerar mejor alternativa intenarse en un convento. También había las que renegaban de estas leyes y eran mal vistas para la sociedad, incluso en algún momento de la historia fueron acusadas de ser brujas y quemadas en la hoguera (alrededor de 50,000 mujeres sabías y conscientes tuvieron ese destino)

En el Renacimiento, el arte permitió romper un poco con la imagen clásica, empedrando a la mujer y dándole un sentido más sensual, como en El nacimiento de Venus de Botticelli. Sin embargo, en el siglo XIX aparece el famoso cinturón de castidad, que regresa a la sexualidad femenina a la represión y orientación exclusiva de reproducción.

Desde años Antes de Cristo, se tiene registro de la profesión más antigua: la prostitución. Las chicas que se dedicaban a ello rompían completamente con estos esquemas, y sin tener estatus social llegaban a tener mucha influencia e incluso desarrollaban más intelecto que el resto de mujeres, puesto que no estaban condicionadas al sistema.





LA MUJER Y EL SEXO EN LA ACTUALIDAD

Con la aparición e influencia de la moda a lo largo del siglo XX y hasta nuestros días, el control de la sexualidad ha venido marcada por el diseño y tipología textil. A pesar de que se empieza a relajar un poco el concepto de la mujer virginal con nuevos iconos o símbolos que fortalecen la imagen de la sensualidad y sexualidad femenina (hablamos de figuras como Marilyn Monroe y Sophia Loren, entre otras), comienza la lucha contra nuestros propios cuerpos para lograr la utópica perfección que proyectaban y aún siguen proyectando los medios.

En los años 90 y durante la primera década de este siglo, con una imagen femenina sin curvas, con mayor delgadez, enfrentándonos con una realidad del espejo de un ideal inalcanzable para la mayoría, generando frustración. A esto se suma la fuerza de las creencias grabadas desde la infancia con los cuentos de hadas que leíamos o escuchábamos durante años, con la idea del “príncipe azul” o el “vivieron felices para siempre”, donde las princesas tenían que cumplir con el esquema de ser ingenuas, inocentes y virginales para ser elegidas por un príncipe que les brindara un mejor estatus. En estos cuentos, las brujas, vistas como las malas del cuento, eran mujeres independientes, autónomas, empoderadas y en su mayoría solteras, símbolo de la mujer derrotada.

La mayoría de las mujeres que conozco, aún de mi generación, fuimos criadas con estos cuentos, creencias y esquemas. Tuvimos que aprender solas que nuestro cuerpo es nuestro, que sentimos placer y esto no nos hace menos. Algunas logramos aprender el valor de nuestra sexualidad e incluso la capacidad del disfrute a través de ella. Aun así, la realidad es que no todas las mujeres han logrado trascender estas barreras. A través de mis pacientes, escucho continuamente a mujeres que se limitan a sí mismas para vivir una sexualidad plena por conflictos de imagen, aceptación de su cuerpo, contrariedades generadas por creencias religiosas y morales (el pecado y la vergüenza por ejemplo) y el miedo al juicio.


Los motivos de consulta más comunes en temas de sexualidad son la falta de placer o la falta de deseo. Estos suelen estar relacionados con los siguientes aspectos:

  • La falta de conexión con nuestro cuerpo y nuestro placer.

  • Las creencias, los prejuicios cómo “es pecado”, “da vergüenza”, “no es correcto”, “está mal”...

  • Las dinámicas de parejas, no equilibradas, no afectivas y rutinarias.

  • La parametrización (la creencia de que tiene que durar determinado tiempo, el tamaño del pene en el caso de los hombres, etc.)

El acto sexual tiene el potencial más grande, el de la creación de vida. Por ese hecho, debería ser venerado. Reconociendo también nuestro cuerpo cómo conducto físico por el cual se gesta la vida, la sexualidad debería pasar a ser un acto de devoción, consciencia y plenitud.


¿Cómo encontrar la plenitud sexual?


Te daré algunos consejos que aunque no funcionan mágicamente, al irlos trabajando te permitirán descubrir tu verdadero potencial sexual femenino, rompiendo con los esquemas limitantes aprendidos.

  • Aceptando nuestro cuerpo, amándonos y descubriendo nuestro potencial de placer, de dar y recibir el amor a través de el.

  • Resolviendo y sanando los conflictos del pasado, de los cuales aprendimos que es mejor no sentir, ni experimentar el placer, o disfrutar. Por ejemplo historias de abuso sexual o tocamientos.

  • Cambiar nuestras creencias cuestionándolas, poniéndolas en duda. Desafiar nuestros esquemas, diferenciando cuales han sido impuestos, cuales son naturales y cuáles decidimos seguir o no.

  • Reinventar, buscar, experimentar y salir de las limitaciones a las que nos hemos arraigado y que nos hagan sentir plenos respetando nuestro cuerpo, sin hacer daño ni a nosotros mismos ni a otros.

  • Conocer nuestro cuerpo, ¡que ya es perfecto! Y reconocer que está hecho para sentir placer.

Me encantará leer tus comentarios.

Saludos!

Leslie Villatoro

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